“Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec (…) E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec…”.
Éxodo 17:9-10
Sabemos que mientras Josué peleaba, Moisés intercedía intensamente por él, y de esta forma los amalecitas fueron vencidos. Pero también fue la obediencia incondicional de Josué la que contribuyó a esta victoria. ¿Cómo se manifestó esta obediencia? En que Josué, habiendo recibido órdenes de Moisés, no hizo preguntas. Tampoco realizó ninguna objeción, no expresó dudas ni le planteó a Moisés sus propios pensamientos, sino que “hizo (…) como Moisés le dijo”. Ojalá tuviéramos más de esta convicción en nuestro corazón, así seríamos más victoriosos en Cristo. ¡Si fuéramos obedientes con aquello que Dios nos pide, las cosas saldrían mucho mejor! Muchas miserias en nuestra vida son consecuencia de nuestra testaruda desobediencia. Muchas derrotas en nuestra batalla espiritual surgen de la desobediencia en algún área. Y muchas duras pruebas no las podemos superar porque nos dejamos gobernar por nuestra vieja naturaleza. Deberíamos actuar como Josué, del cual se nos dice en forma sencilla pero a la vez impresionante: “…E hizo Josué como le dijo Moisés”. Creo que una convicción de corazón como esta cambiaría algunas cosas en nuestras vidas, y estoy convencido de lo siguiente: el Señor espera que retomemos nuestra actitud de obediencia ante a Él. No deberíamos olvidar nunca que la verdadera fe en Jesucristo también significa que debemos seguirle sin ninguna objeción.
Por Marcel Malgo