“Vuelve, oh Israel, a Jehová tu Dios; porque por tu pecado has caído”.
Oseas 14:1
Esta es una queja muy seria y una realidad conmovedora. Pero no solo alude a Israel, el pueblo amado de Dios, sino a todos los hombres, desde Adán en adelante. El estar caído implica una situación de mucho dolor. Muchas mujeres perciben que sus hijas han caído. La culpa no siempre es solamente de los hijos. En Oseas 4:12-14, el Señor se queja: “Mi pueblo a su ídolo de madera pregunta, y el leño le responde; porque espíritu de fornicaciones lo hizo errar, y dejaron a su Dios para fornicar (…) por tanto, vuestras hijas fornicarán, y adulterarán vuestras nueras (…) porque ellos mismos se van con rameras, y con malas mujeres sacrifican; por tanto, el pueblo sin entendimiento caerá”. Aquí Dios les habla a las autoridades de Israel, pero también a los padres. Ellos habían caído, y su relación con Dios era distante. Ahora, estando caídos en el pecado y lejos del gozo, estando apartados de Él, Dios los llama a convertirse. Él quiere escuchar de nosotros las palabras sinceras: “He pecado, no solo mi hija, no solo mi hijo”. Él escuchará las palabras que provienen de un genuino arrepentimiento, no dejará que se eche a perder un corazón sincero. ¡Él quiere perdonar! Él tendría razones suficientes como para rechazar a muchos de sus hijos, pero mira hacia la cruz del Gólgota. Allí su único Hijo amado sufrió por los pecados del mundo. Vuélvase ahora a Dios, pues Él quiere sanarlo. Quiere que florezca como un lirio, y que dé fruto como un olivo. Que le sea olor fragante y tenga Su plenitud. Este ofrecimiento se lo hace al pueblo caído de Israel, pero esta promesa también es para usted. Todavía es tiempo de gracia, y Dios es rico en perdonar. Él quiere dar una nueva bendición.
Por Walter Dürr