“Porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir”.
Hebreos 13:14
Todos amamos la comodidad. A tal punto que se podría pensar que vamos a quedarnos para siempre en esta tierra. Unos amigos que trabajan como misioneros en Taiwán presenciaron un terremoto, y me contaron por teléfono que al mismo le siguieron 9000 movimientos leves. Cuando todo se derrumba y las personas quedan atrapadas bajo las casas, muchas cosas pasan a ser irrelevantes. Volvemos a tomar conciencia de que “no tenemos aquí ciudad permanente”. Pongamos algo en claro: ¿Qué es lo más importante en nuestra vida? ¿Acaso es necesario que haya un “terremoto” en ella para que pongamos en orden nuestras prioridades? Dios tiene muchos medios y caminos para lograrlo. Muchas veces son terremotos, otras veces es un dolor personal o familiar, o también situaciones difíciles en el trabajo o en la iglesia. Pero todo esto debería servir para alinear nuestras prioridades con respecto a Jesús. A Él le importa nuestro corazón, le importa que toda nuestra atención esté dirigida hacia Su persona. ¿Por qué? Porque no podemos encontrar auténtica felicidad, verdadero gozo y plena satisfacción en cosas irrelevantes, sino solamente en Jesucristo, solamente en la comunión con Él. Dios no nos obliga a abstenernos de la felicidad. No, Él nos llena de gozo, así como de experiencias lindas en nuestra vida. Pero únicamente a través de la comunión con Él, a través de Su gozo, nuestro gozo se vuelve perfecto, tal y como dice Jesús: “Para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Juan 15:11). Este gozo recién será perfecto cuando estemos con Él en la eternidad. Allí no será empañado por nada porque, entonces, habremos dejado atrás el creer para disfrutar del ver.
Por Samuel Rindlisbacher