“Porque de cierto, cuando vinimos a Macedonia, ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera, conflictos; de dentro, temores”.
2 Corintios 7:5
¿Por qué Dios permitió que Pablo, su fiel servidor, pasara por tantas dificultades y necesidades? Para Dios, el cual tiene todo el poder, hubiera sido muy fácil encaminar las cosas de otra forma. ¿Por qué Dios hoy día sigue guiando a muchos de sus hijos por un camino tan incómodo? Porque precisamente en nuestra impotencia, Él quiere revelarnos Su poder. Las dificultades esconden algo magnífico, ya que a través de ellas crecemos en la fe y en la confianza en el poder absoluto de Dios. Es en situaciones difíciles de nuestra vida cuando tomamos conciencia de cuán dependientes somos del Señor y de su asistencia. “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). El apóstol continúa diciendo: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, mas no destruidos” (vv. 8-9). Precisamente, en nuestras imposibilidades y debilidades, somos exhortados a depositar nuestra confianza en el poder de Dios. ¡El que espera en el Señor no fracasará! Un compositor lo expresó de la siguiente manera: “No fracasará quien espera en el Señor; ¿por qué tendría que ser yo el primero en fracasar? No, eso es imposible, ¡tú eres mi fiel amparo! Antes caerá el cielo, a que tu Palabra me engañe”. Lo mismo atestiguó David en el Salmo 25:3: “Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido”. ¡Confíe usted también, en medio de sus tribulaciones, solamente en el Señor y en su eterno amor!
Por Werner Beitze