
“Así que, por cuanto los hijos participaron de la carne y sangre, él (Jesucristo) también participó de lo mismo”.
Hebreos 2:14

¿Cuál es el significado más profundo de esta declaración? Que Jesús realmente fue hecho hombre y, como consecuencia, todas las debilidades que pueden llegar a sobrevenirle a una persona no hicieron un alto ante Él. Por otra parte, esto significa consecuentemente que Él –por haber sido confrontado con todas las debilidades humanas– está en condiciones de ayudar a cada persona a través de cualquier aflicción. Precisamente esto es lo que afirma Hebreos 2:18: “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. ¿Alguna vez, tal vez recientemente, ha llorado por algo? ¡Jesús también lloró! El versículo más corto de la Biblia dice: “Jesús lloró” (Juan 11:35). ¿Conoce usted el resoplar y rugir del enemigo cuando “como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8)? Jesús también lo conoció: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo” (Mateo 4:1). ¿Sabe usted lo que significa que su propia sangre y carne lo menosprecien o subestimen? Jesús también lo sabía: “Porque ni aun sus hermanos creían en él” (Juan 7:5). Jesús realmente sufrió lo que una persona puede llegar a sufrir, y por eso está en condiciones de ayudarnos en todas las circunstancias. Es como si Él pusiera su brazo sobre nuestro hombro y dijera: “Hijo mío, consuélate. Lo que tú estás pasando, yo ya lo pasé. Yo lo conozco, y por eso vamos a atravesar juntos este valle”.
Por Marcel Malgo