
“Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón”.
Hebreos 11:24-26

Los pasos personales de fe son una prueba de que Dios ha comenzado su obra transformadora en una determinada persona. Luego de que Moisés hubiera crecido en el palacio del faraón en Egipto, comenzó a concentrarse en la gente de su pueblo y a identificarse con ellos. Poco a poco comenzó a percibir lo que Dios quería hacer con su vida. Entre otras cosas, su fe se afirmaba en tres aspectos: primeramente, Moisés ya no quería ser hijo de la hija del Faraón. A través del obrar de Dios, obtuvo la fuerza necesaria para decir “no” a la vida que llevaba y a prescindir de los beneficios que esta vida implicaba. Se separó de su pasado, no quería ser considerado como el hijo del opresor, sino como el hijo de su Dios. En segundo lugar, decidió conscientemente estar junto al pueblo de Dios. Esto fue el resultado positivo de su decisión. Su vida ganó nuevos enfoques, nuevas prioridades, una decidida dedicación hacia nuevas metas. Para esto estaba dispuesto hasta a sufrir necesidad. En tercer lugar, a través de la transformación de sus valores, Moisés ganó más riqueza que los tesoros de Egipto. Tenía ante sus ojos el futuro galardón celestial. Pablo dice: “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio…” (Filipenses 3:13-14).
Por Eberhard Hanisch