
“Reconcíliate primero con tu hermano (…) si te oyere, has ganado a tu hermano”.
Mateo 5:24; 18:15

A través de una discusión se crea un muro invisible entre dos personas. Pero nosotros debemos esforzarnos en perdonar y reconciliarnos con la otra persona, para que ese muro desaparezca. Y para que no crezca raíz de amargura en nosotros, no deberíamos hacer esperar la reconciliación –por más que esto signifique tomar la iniciativa, aunque seamos inocentes. El perdonar también significa olvidar lo malo que alguien me hizo, o sea, no lamer viejas heridas. Dios arroja nuestro pecado a lo más profundo del mar, donde también debe permanecer, y Él espera lo mismo de nosotros. Luego de la reconciliación, no debemos salir a pescar, sino a construir algo nuevo. Perdonar no significa ignorar la culpa y evitar un intercambio de palabras al respecto, sino que deberíamos seguir claramente las directivas bíblicas. Si desaprovechamos la oportunidad de buscar un diálogo, y no nos esforzamos en arreglar el pecado en esa relación, en el corazón del inocente quedará la amargura y con seguridad saldrá a relucir en otra oportunidad. Habrá entonces no solo un desacuerdo, sino que quedará lo viejo, que nunca habrá sido restaurado, y los problemas se agrandarán. Nuevamente, si por algún motivo surgió una barrera entre nosotros y nuestro prójimo, debemos buscar la reconciliación. Pero como segundo paso a la misma debe seguirle un nuevo comienzo, pues sin este el perdón no se ha realizado por completo.
Por Markus Steiger