
“Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS”.
Lucas 1:31

Para nosotros es inimaginable lo que esto debe haber significado para María y José. ¡Un increíble escándalo! Vivimos en tiempos en los que es normal ver madres solteras, las parejas de homosexuales o lesbianas pueden casarse y millones de abortos son realizados por año. Con dificultad podemos entender la situación de esta pareja de comprometidos. Sin embargo, María conocía el alcance de su decisión cuando le contestó al ángel: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:31). La consecuencia era vergüenza, afrenta y despecho, desprecio en la familia y en la sociedad, y las peores llegaban hasta la muerte misma. Deuteronomio 22:23-24 dice: “Si hubiere una muchacha virgen desposada con alguno, y alguno la hallare en la ciudad, y se acostare con ella; entonces los sacaréis a ambos a la puerta de la ciudad, y los apedrearéis, y morirán; la joven porque no dio voces en la ciudad, y el hombre porque humilló a la mujer de su prójimo; así quitarás el mal de en medio de ti”. María omitió los costos de su decisión y se puso del lado de Jesús. Tampoco para José la decisión fue fácil. Debía sobreponerse y dejar atrás su pasado religioso y social. La devoción con que había vivido hasta el momento estaba siendo puesta a prueba. Pero él se decidió por Jesús, y con esto cargó sobre sí vergüenza y afrenta, por lo cual la Biblia dice: “Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio” (Hebreos 13:13). ¿Estamos dispuestos a cargar esta afrenta?
Por Samuel Rindlisbacher