
“Y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera”.
1 Tesalonicenses 1:10

Durante el adviento esperamos con mucha impaciencia la nochebuena. Entonces habrá llegado el momento: el padre de familia tocará la campana de la casa, lo cual anuncia a los niños ¡el reparto de los regalos! ¡Qué atmósfera llena de ansiedad! Los ojos se agrandan cada vez más, y allí donde siempre había dos ojitos tiernos, ahora solo se ven dos ojos enormemente abiertos. Inmediatamente los niños rastrean con su mirada los regalos que hay debajo del árbol navideño. Los padres ya saben de antemano que los niños tan solo esperan una cosa: desenvolver los regalos. Pero no tan rápido. “Ahora vamos a cantar un par de villancicos”, se dice. Finalmente, cada uno puede ir en busca de sus regalos. Las caras de los niños y de sus padres reflejan su alegría. La palabra adviento significa “llegada”. ¿Qué es lo que esperamos? Esperamos la venida de Jesús. ¿Pero estamos realmente preparados para cuando suene la trompeta? ¿O será que tendremos que decir: “Un momento, todavía no estoy listo”? No sabemos cuándo vendrá nuestro Señor, pero sí sabemos que Él viene. Y esto podría suceder a cualquier hora. ¿Esperamos también nosotros ansiosamente o pensamos: “Ay, pero todavía falta mucho tiempo para que venga”? ¡Cuánto se perdería uno de estos niños si no estuviera preparado para el momento en el que el padre toque la campana! Pero para los que sí estuvieran expectantes, la experiencia sería diferente. Perseveremos nosotros también hasta su venida.
Por Thomas Lieth