
“Y te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia, juicio, benignidad y misericordia. Y te desposaré conmigo en fidelidad, y conocerás a Jehová”.
Oseas 2:19-20

La moda de nuestro tiempo consiste en vivir sin compromisos. “Vamos a vivir juntos por un tiempo, tal vez después nos casemos”. Esta forma de vida va en contra de Dios. El compromiso de dos personas que se aman es una imagen de la sublime declaración del amor del Señor, a la cual apunta el profeta Oseas. Si bien estas palabras son literalmente para Israel, son una maravillosa imagen de la disposición de nuestro gran Dios hacia nosotros. Pero muchos, incluso algunos que se denominan creyentes, no dan importancia a esta declaración de amor. ¿Cómo es nuestra relación con nuestro Señor? ¿Realmente formamos parte de la novia del Cordero? ¿Vamos a verlo alguna vez cara a cara como novio, como el Señor? A este precioso futuro necesariamente tiene que preceder un compromiso. Nuestro Señor contrajo ese compromiso con nosotros. En su infinito amor nos sale al encuentro y dice: “¡Hijo mío, tú me perteneces!”. ¡Qué triste debe ser para Él cuando se da cuenta de que ignoramos su amor! Nuestro Señor Jesús hizo todo por nosotros. Nos buscó, nos tomó de su mano. Él pagó por nosotros y por último nos sale al encuentro y dice: “¡Ven, yo quiero comprometerme contigo!”. ¿Deberíamos desechar semejante declaración de amor? El estar comprometidos con el Señor también requiere algo de nuestra parte. Porque un compromiso nunca puede ser unilateral, solamente de una persona. ¿Es Jesucristo realmente lo más importante en nuestra vida? ¿Hemos asumido realmente esa obligación? ¿Buscamos a diario su compañía? ¿Escuchamos su voz?
Por Peter Malgo