
“Yo soy la luz del mundo”.
Juan 8:12

La luz nos da calor, protección y seguridad. La luz también nos permite reconocer el camino y nos salva de una caída. Sí, sin luz no sería posible la vida en nuestro planeta. Lo mismo sucede si tratamos de planificar nuestra vida sin Jesús. Él es la luz del mundo. Eso significa que una existencia sin Él es una vida en la oscuridad del pecado, de las ataduras, de la inseguridad y sin una meta. Sin Jesús no hay salvación, no hay una guía en el camino de la vida y no se sabe el sentido de la misma y de la eternidad. Jesucristo dice que todo aquel que le sigue no permanecerá en oscuridad. Esta es una promesa preciosa. Si nosotros seguimos a Jesús y vivimos con Él, nuestra vida será más clara. En cualquier lugar en el que hay luz, no puede haber oscuridad. Así somos liberados, paso a paso, de la desesperanza. Obtenemos una meta y un contenido por los cuales vale la pena vivir. Por eso, innumerables personas han decidido entregar su vida a Jesús. Nunca he oído que alguien se haya arrepentido de dar ese paso. Vale la pena una vida con Jesús. La misma va de la oscuridad a la luz. ¿Significa eso que no habrá más problemas y que todos los días brillará el sol? ¡No! Pero los Hijos de Dios saben de la verdadera luz en noches oscuras. La Biblia dice al respecto: “En tu luz veremos la luz” (Salmos 36:9). Eso significa que en la cercanía de Dios tendremos suficiente luz para llegar seguros a la meta, a pesar de los problemas y las dificultades. ¿No es motivo suficiente para atrevernos a seguir a Jesús?
Por Samuel Rindlisbacher