
“Y vino Jehová y se paró, y llamó como las otras veces: ¡Samuel, Samuel! Entonces Samuel dijo: Habla, porque tu siervo oye”.
1 Samuel 3:10

Samuel escuchó este llamado y contestó, dispuesto a consentir en lo que el Señor tenía para decirle. Tenemos dos grandes problemas: primero, no nos tomamos tiempo para escuchar a Dios, no mostramos disposición para leer detenidamente Su Palabra (la Biblia). En segundo lugar, no nos esforzamos en escuchar atentamente una charla (prédica). Vamos al culto, pero no absorbemos la Palabra de Dios en nuestro corazón. Somos semejantes a una madre, quien mientras su hija le cuenta los problemas de la escuela, trata de realizar todo tipo de tareas, y al final dice: “Eso les sucede a todos, hay que pasar por cosas así”. ¿Estaba realmente escuchando esta madre? O nos asemejamos a un hombre que llega de su trabajo, toma el periódico y se sienta en su sillón. Su esposa quiere dialogar con él sobre un asunto importante, pero él simplemente contesta sí o no y piensa: “Ojalá me deje tranquilo pronto”. El escuchar de esta forma pronto ocasiona grandes problemas, ya que al poco tiempo no se conocen mutuamente y comienzan a vivir como desconocidos. Así también hay muchos cristianos que dicen escuchar a Dios, pero en realidad no se toman el tiempo para escuchar detenidamente qué es lo que el Señor les quiere decir a través de su Palabra. Van todos los domingos al culto, pero, sin embargo, cinco minutos después ya no saben de qué se trató la prédica. No lo haga usted así, sino más bien preste atención a lo que Dios quiere decirle, al igual que lo hizo Samuel. Quien sabe escuchar correctamente, también podrá actuar correctamente. ¡Escuchar y luego actuar, es el camino bíblicamente correcto!
Por Erich Schäfer