
“Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.
Efesios 5:20

¿Es verdad que el dar las gracias en nuestra sociedad se ha convertido en algo raro? ¿Qué es lo que escuchamos cuando nos ponemos en contacto con otras personas? ¿Quejas sobre el estado del tiempo, el gobierno, la situación del agro, el lugar de trabajo, el jefe, los colegas…? Rápidamente nos dejamos influenciar por este espíritu de ingratitud. Pero uno de los principales deberes de los hijos de Dios es darle gracias. Esta tarea marca la diferencia entre las personas sin Dios y nosotros. Él nos hizo ricos, y esto debería llenarnos de agradecimiento siempre. Para dar gracias, no necesitamos un lugar ni un tiempo en especial –o sea, no tiene que ser el domingo en la iglesia. Cada momento de nuestra vida puede convertirse en un momento de agradecimiento. Esto no significa que siempre debamos orar y cantar. Pablo habla aquí de una expresión mucho más profunda de agradecimiento: el dar gracias como forma de vida. Cuando estamos llenos de Dios, no podemos obrar de otra forma, y esto a su vez se manifiesta en nuestro actuar. Pero si estamos amargados y desagradecidos, las personas a nuestro alrededor también lo perciben, pues esto también se nota, por ejemplo, a través de una personalidad gruñona. Sea que estemos enfermos o seamos difamados, sea que a alguien cerca de nosotros o a nosotros mismos nos haya acontecido algo terrible, Dios conoce todas las situaciones, y no quiere nuestro agradecimiento solo cuando las cosas están bien, sino también en tiempos difíciles. No debemos olvidarnos que Él nos ama y sabe qué es lo bueno para nosotros. Cuando nos olvidamos de darle gracias menospreciamos sus dones de gracia y amor. Honremos a nuestro Dios, el dador de todas las buenas dádivas, hoy, dándole gracias.
Por Markus Steiger