
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”.
1 Juan 3:1

Un ejemplo del amor paterno lo encontramos en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15), el cual dejó la casa paterna y llevó consigo su parte de la herencia. A su entender, estaba haciendo lo correcto. Él quería disfrutar la vida, salir de la casa de su padre, escapar de toda limitación y patria potestad. Pero sus caminos lo llevaron a la perdición y puso en juego todos sus valores personales. Finalmente, quedó en la ruina, en un hoyo muy profundo. En ese momento se acordó de su padre y de las condiciones ordenadas en las que se vivía en su hogar. Añoró regresar a su casa, pero no creyó que su padre lo volviese a aceptar como hijo después de la manera en la que él le había dado la espalda. Por eso estaba dispuesto a trabajar en su casa paterna como jornalero. Pero la realidad resultó ser otra: el padre fue a su encuentro y lo abrazó y lo volvió a aceptar como su hijo, pese a su ruina. Y esto a pesar de que el hijo se había alejado tanto, negando al padre y avergonzándolo con su manera de andar. Querido lector, si usted también se alejó de su Padre celestial, avergonzándolo por su mal proceder, puede tener la certeza de que el Padre lo ama y está dispuesto a aceptarlo como su hijo. Usted solo necesita acercarse a Jesucristo y rogarle que lo perdone. Jesús también murió por usted en aquella cruz. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). También en usted se puede volver esto una realidad: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). ¡Hable ahora con Dios acerca de su vida!
Por Erich Schäfer