
“Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades”.
Isaías 26:2

¡Un viaje a Israel! ¿Qué cristiano no sueña con eso? No obstante, conozco a muchos para quienes este deseo no se volverá realidad, probablemente, hasta que Jesús nos venga a buscar. Por eso una serie de diapositivas sobre Israel es muy apreciada. “Imagínense que subimos al avión y hacemos un viaje. Nuestros pies ahora están sobre el monte de los Olivos. Desde allí descendemos hasta el valle de Cedrón. Durante el ascenso en dirección al monte del Templo, vemos el portón de oro. Está cerrado…”, dicen entonces. Mucho más imponente, sin embargo, ha de ser cuando un día todos los creyentes viajemos a Israel con Jesús como guía de turistas. El Señor vuelve con poder y gran gloria al monte de los Olivos, pero no vendrá solo, sino “con él todos los santos” (Zacarías 14:5). ¡Es decir, con su Iglesia comprada a precio de sangre! Entonces el portón de oro, hasta entonces cerrado, se abrirá ante Jesús. Él lo atravesará victoriosamente y los suyos con Él. Así, como muchos años atrás el rey David y su victorioso ejército conquistaron la ciudad de Jerusalén, también lo hará Jesús. Con Él gobernarán los vencedores, así como David declaró jefe al primero que derrotara a los jebuseos (1 Crónicas 11:6). Isaías lo profetizó al hablar de la gente que habría de entrar. Esta gente presenta las siguientes características:
1. Es justa. Eso somos usted y yo únicamente por la fe en la obra redentora de Jesús.
2. Será fiel hasta haber llegado a la meta. La Iglesia de Cristo corre el peligro de perder este distintivo. Por lo tanto, es indispensable estar velando. No deberíamos negociar la verdad solo por amor a la paz o a una falsa unidad.
Por Stefan Hinnenthal