
“No está aquí, pues ha resucitado”.
Mateo 28:6

La resurrección de Jesús de entre los muertos es el hecho sin par de la fe cristiana que la diferencia de todas las demás religiones. La resurrección del maestro también fue el acontecimiento cumbre que convenció totalmente a sus discípulos de que Jesús era el Mesías. Esto los reavivó tras el desbaratador suceso de su crucifixión y les dio la fuerza para salir al mundo de aquel entonces a predicar el evangelio. Sin embargo, el simple conocimiento de estos hechos no otorga salvación, sino la fe en la nueva vida de Cristo, tal como lo expresa Pablo en Romanos 6:4: “…como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva”. La prueba de que nuestra fe en Cristo es genuina y viva recién se evidencia en nuestra nueva vida en el Señor: poseemos su amor, su gracia, su fidelidad, su verdad, su justicia, su pureza y todo lo que esto implica. De la misma manera en que la resurrección convenció definitivamente a los discípulos de Jesús de que Él había sido enviado por Dios, así también una vida que manifiesta a Cristo en lo cotidiano convencerá a la gente a nuestro alrededor de que el maravilloso poder de Dios ha podido plantar la semilla de la vida eterna en nosotros. Y esta semilla germinó y dio fruto. Esta maravillosa y nueva vida de Cristo en nosotros tiene mucho más alcance y poder de convicción que muchos miles de palabras. Pablo también veló por esta fundamental e importante verdad de la manifestación de Cristo en la vida de los cristianos, él decía que sufría como dolores de parto, hasta que Cristo fuese formado en los creyentes. Recordemos a diario andar en vida nueva.
Por Fredi Winkler