“Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”. 2 Corintios 10:3-5
A menudo leemos en los Evangelios que los fariseos “pensaban en sí mismos”. Es trágico. Razonaban humanamente, sin prestar atención a la Palabra de Dios y a las muchas profecías. Este también es el problema de la ciencia actual. Dios está excluido, y sin ningún tipo de escrúpulos se desprecian y atacan las declaraciones de la Biblia. Personas muy talentosas, que se dan a conocer como cristianos creyentes en la Biblia, son encasilladas como medievales y fundamentalistas peligrosos. Simultáneamente, sin embargo, se toleran otras religiones y hasta perversidades. En cierta oportunidad Pedro fue llamado “Satanás” porque desechó el anuncio de la crucifixión de Jesús, considerándolo una insensatez. Dicho de otra manera, Jesús le mostró que él no estaba pensando en lo que es de Dios, sino que pensaba humanamente. El pensamiento puramente humano tarde o temprano lleva a la dirección equivocada. Observamos y lamentamos esto hoy día precisamente en los países de la reformación. Democracia y ciencia habían estado emparejadas con el temor de Dios, fue una tremenda bendición. Pero el retroceso ahora es cada vez más vertiginoso. Valores o mandamientos establecidos por Dios, claramente son tergiversados o sencillamente invalidados. Pero tengamos por seguro esto: ¡Tenemos las armas más potentes! En vez de transigir equivocadamente, deberíamos declararnos claramente partidarios de la verdad en Jesús como el único camino, y de la Palabra de Dios, desde la primera hasta la última hoja.
Por: Reinhold Federolf