“Y los moradores de Jebús dijeron a David: No entrarás acá. Mas David tomó la fortaleza de Sion, que es la ciudad de David. Y David había dicho: El que primero derrote a los jebuseos…”.
1 Crónicas 11:5-6
La puerta de oro. Tal vez ya haya visto alguna vez en fotografías aquella puerta de la vieja ciudad de Jerusalén, que ofrecería el acceso directo para ir desde el monte de los Olivos hacia el monte del templo, a no ser que estuviese bloqueado. ¿Quién la bloqueó? Los enemigos de Israel. Conociendo acerca de la venida del Mesías, quisieron impedir el acceso hacia el monte del templo y la reedificación de Su reino. “No entrarás acá”, fueron las palabras que los enemigos dijeron a David. Sin embargo, él tomó la fortaleza. De la misma manera, también Jesús, el Hijo de David, ha de entrar triunfal en Jerusalén y dará cumplimiento a las palabras del Salmo 24:7: “Alzad, oh puertas, vuestras cabezas, y alzaos vosotras, puertas eternas, y entrará el Rey de gloria”. Prestemos atención: el enemigo, Satanás, se prepara. Él conoce los planes de Dios, conoce su Palabra, sabe acerca de sus promesas, sabe en cuanto a la venida del Mesías, y… se prepara. ¿Y nosotros? ¿Nos estamos preparando? ¿Cómo nos estamos preparando? Además de haber sellado la puerta, los enemigos de Israel ubicaron delante de ella un cementerio. Según el ritual judío, pisar una tumba es un acto de contaminación. De esta manera se le quiere impedir al Mesías el acceso a la puerta. Pero Jesús aún sigue siendo mayor. Estos límites humanos no lo detendrán. El enemigo también utiliza esta táctica con nosotros, tira a nuestros pies inmundicias con el propósito de retenernos en nuestra marcha triunfal con Jesús. Pero aún sigue vigente: “El que primero derrote a los jebuseos…”.
Por Stefan Hinnenthal