“Orad sin cesar”.
1 Tesalonicenses 5:17
Esta exhortación nos muestra la fuente de la cual podemos sacar la fuerza necesaria para nuestro día cotidiano. No es la oración en sí, sino el Señor, al cual invocamos en oración. Es sabido que se nos hace difícil; pensemos tan solo en las palabras del maestro a los tres discípulos en Mateo 26:40, a quienes venció el sueño: “¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?”. Un valioso recurso para movilizar nuestra vida de oración es la lectura regular de la Biblia. Daniel, por ejemplo, leyó en el profeta Jeremías acerca de los 70 años del exilio de su pueblo a Babilonia. Eso lo llevaba a interceder por Israel, confesando los pecados que su pueblo había cometido. Dios entonces le dio esa maravillosa visión futura de las 70 semanas. De Nehemías podemos aprender cómo las malas noticias pueden transformarse en triunfos mediante la oración persistente. Como consecuencia de sus oraciones, el destruido muro de Jerusalén fue reedificado mediante el trabajo colectivo en tan solo 52 días. Tal vez usted reciba malas noticias sobre hermanos en la fe, iglesias u obras misioneras. Haga entonces como Nehemías y ore por tanto tiempo, hasta que el Señor pueda volver a revelar su victoria. Además, queremos recordar que tenemos un Sumo Sacerdote con el Padre, que nos representa: “Simón, Simón (…) he rogado por ti, que tu fe no falte…” (Lucas 22:31-32). También tenemos un Consolador, el Espíritu Santo, del cual dice: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26). ¡Por eso, confiados, persistamos en la oración!
Por Dieter Steiger.