“Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado”.
Lucas 14:17
Noche de parrillada. Me encuentro frente al fuego. La carne chisporrotea. La doy vuelta. ¡Podría decirse que está lista! Es hora de ir a la mesa. “Cristian, ¿podrías, por favor, llamar a todos a la mesa?”. El muchacho sale apresurado. El tiempo pasa. En distintos lugares oigo el llamado: “¡a comer!”. Nada sucede, me pregunto “¿por qué no vienen?”. A medida que pasa el tiempo la carne se seca y se pone dura. Me comienzo a enfadar. Cristian regresa y me trae el informe. Dos salieron a pasear por el predio, aún quieren disfrutar los últimos rayos de sol. Otros están tan compenetrados en un juego que no dejarán de jugarlo hasta que termine. Los terceros están metidos en una profunda conversación que no puede, según ellos, interrumpirse. “¡La comida está lista!”, ¿es una mala noticia o es buena? ¡Es buena! Es semejante a un pequeño “evangelio”, pues esa palabra significa “buena nueva”. Pero es necesario que esta buena noticia sea recibida, aceptada y obedecida. El que no obedece, recibirá por parte de Dios retribución, tal como dice en 2 Tesalonicenses 1:8. Imaginémonos lo profundamente dolido que debe sentirse Dios cuando, llamando a la mesa, nadie viene. El ejemplo arriba citado da una leve idea de cómo Él se debe sentir. Dios desea tener comunión con nosotros, desea que nos sentemos a su mesa. “A comer” significa mucho más que llenarse el estómago. “…si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” dice Apocalipsis 3:20. ¿Nos damos cuenta de lo que esto significa? Sabiéndolo, ¿podemos aún ser desobedientes y rechazar la invitación de Dios? ¡A través de la obra de Jesús todo está preparado!
Por Stefan Hinnenthal.