“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo…”.
Apocalipsis 3:20
Me crié con cuatro hermanos. Mis padres se esforzaron en educarnos en el temor de Dios y en ser ejemplo en cuanto a una relación personal con Él. Cada noche teníamos un culto familiar y orábamos. De joven, quise hacer mi propia vida y quise decidir lo que era bueno para mí. Fue así que me equivoqué de camino, apartándome cada vez más de Dios, ahogándome cada vez más en mis pecados, los cuales me habían atrapado. Estaba muy solo. No había nadie a quien le tuviera confianza, y anhelaba comprensión y amor. Intenté salir de esta soledad por diferentes medios, pero todo fue en vano. Finalmente, me anoté en un campamento de jóvenes para encontrar a alguien que me comprendiera. Pero las cosas fueron diferentes a lo que me había imaginado. Durante el campamento de jóvenes, me encontré con el versículo antes mencionado y me llevó a un cambio crucial: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo…”. Jesús estaba ante la puerta de mi corazón, pidiéndome para entrar. El versículo de la Biblia continúa diciendo: “…si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Esa fue la solución a mi soledad, y cuando en oración le abrí mi corazón a Jesucristo, experimenté cómo Él ingresó a mi vida. Con Él entraron a mi vida el gozo, la paz y el amor. ¿Quiere salir hoy de su soledad? Ábrale la puerta de su corazón al Señor Jesucristo. Cuéntele todo lo malo que ha hecho en su vida y pídale perdón. El Señor se le revelará, le perdonará y le dará gozo y paz.
Por Erich Schäfer