“Así que, por cierto es una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio?”.
1 Corintios 6:7
Es un rasgo de la naturaleza humana el buscar faltas en los demás y presentarse a uno mismo, con la mayor credibilidad posible, como el que tiene razón. Ese es el arte de la política. Además, parece ser el hobby de algunos cristianos. Ansiosamente, buscan las infracciones en los demás y se convierten a sí mismos en los acusadores de su prójimo. En muchas congregaciones, familias y matrimonios solamente existen peleas y divisiones porque alguien quiere permanecer con la razón. Y así, la razón del prójimo queda en el camino. El tener la razón, en el fondo, se basa en que la falta está en el otro. En Mateo 7, el Señor, sin embargo, nos advierte muy encarecidamente contra el juzgar. Para ello utiliza la ilustración drástica de la paja en el ojo del prójimo y de la viga en el propio ojo. El corazón de Abraham estaba libre del juicio cuando estaba delante del Señor intercediendo por las ciudades de Sodoma y Gomorra, que estaban cerca del juicio. Él pidió al Señor que tuviera gracia, argumentando que podría haber alguna persona recta viviendo allí. Tengamos en cuenta: si nuestra vida de oración no incluye la intercesión, entonces no estamos delante del Señor, sino ante nuestra propia justificación. ¿Somos conscientes también del abismo que creamos si continuamente confrontamos a nuestro prójimo con sus faltas? En vez de ponernos en la brecha por él, creamos una brecha con él. En Ezequiel 22:30 está escrito: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé”.
Por Peter Malgo