“Pero vosotros, amados, tened memoria (…) Pero vosotros, amados (…) conservaos en el amor de Dios”.
Judas 17, 20-21
Malaquías nos describe acertadamente el preocupante estado espiritual del pueblo de Israel a finales del período de la ley. Los judíos estaban muy lejos de lo que Dios esperaba de ellos. Del mismo modo, el estado espiritual del sacerdote dejaba mucho que desear: dudaban de la capacidad de Dios y de Su buena voluntad para bendecirlos. Este orgullo llevó a que se rebelaran contra Dios. Pero también había algunos fieles que temían al Señor. Estos “hablaron cada uno a su compañero” (Malaquías 3:16). Y Dios, quien estaba muy atento escuchándolos, se regocijó. El pasaje continúa diciendo: “Y fue escrito libro de memoria delante de él para los que temen a Jehová, y para los que piensan en su nombre. Y serán para mí especial tesoro” (Malaquías 3:16-17). Hoy, al final del período de la gracia, los cristianos se encuentran en un estado más que preocupante. Judas utiliza expresiones muy fuertes en su carta para describir este estado: “Burladores, que andarán según sus malvados deseos” (Judas 18). Pero de pronto cambia el tono y se dirige a los verdaderos creyentes: “Pero vosotros, amados…” (v. 17). ¡Cuánta delicadeza se encuentra en estas palabras! Y siendo guiado por el Espíritu Santo, les aconseja: “Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (vv. 20, 21). Debería ser nuestra profunda oración y firme deseo el pertenecer a aquellos que están íntimamente unidos con Jesucristo.
Por Jean Mairesse