“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”.
Salmos 90:12
Lutero utiliza palabras más fuertes para la traducción de este versículo: “Enséñanos a tener en cuenta que habremos de morir, para que seamos sabios”. Por naturaleza, todos somos perdedores, sin excepción. En la celda de un monasterio se podía leer la siguiente inscripción sobre un cráneo: “Memento mori” (Recuerda que morirás). De una forma un poco macabra, ese cráneo recordaba al antecesor de la celda y sus vestigios. Quizás esto nos sirva para ser más conscientes de lo pasajero de la humanidad. Un concepto muy diferente es transmitido a través de “Superman”. Este superhéroe de rojo y azul vuela sobre los rascacielos, y, si es necesario, lo hace más rápido que la velocidad de la luz para hacer retroceder el tiempo. No hay límites para su visión de rayos x, su supersoplido, su superoído y su fuerza muscular, lo cual es el deseo ingenuo de muchas personas. También hoy en día algunos apuestan a los descubrimientos tecnológicos. Otros sueñan con la inmortalidad por medio de trasplantes o manipulación genética. Otros muchos lo intentan con el uso de fuerzas ocultas. En la vida real, el actor que interpretaba a “Superman” cayó trágicamente de una altura de 2,5 metros (cuando montaba a caballo), quedando paralítico y muriendo posteriormente. Esa es la cruda realidad: nuestra vida constantemente pende de un hilo. Por eso, deberíamos depositar nuestra corta y frágil vida en las manos eternas de Dios, por medio de Jesucristo. Su Palabra nos denomina como gusanos, o como “Ben Adam” (hijo del que fue hecho del polvo). Dios, en su eterno amor, quiere tener comunión con nosotros. También el día de hoy es valioso, ya que está contado, y debería acercarnos a Dios, viviéndolo para su gloria.
Por Reinhold Federolf