“Mis días son como sombra que se va, y me he secado como la hierba. Mas tú, Jehová, permanecerás para siempre…”.
Salmos 102:11-12
Cuando el salmista mira hacia atrás en su vida, la compara con la sombra y con la hierba. La sombra se produce cuando un objeto tapa los rayos del sol. Pero por el rápido recorrido del sol, también la sombra puede cambiar velozmente. De igual forma, la hierba es un ejemplo de un corto período de tiempo. Si el sol la va quemando cada día, rápidamente se seca y se marchita. Sin agua, no puede crecer, y muere. Las catástrofes inesperadas pueden acortar abruptamente la vida promedio de un hombre. Una seria enfermedad puede cambiar de rumbo la existencia de una persona de un momento para otro. La vida se puede ir como una sombra o marchitar como una hierba. Ahora, nuestro Señor es muy diferente. Él es eterno: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35). Todo lo que Dios creó es temporal, pero el Creador mismo permanece eterno e inmutable. Por medio de Jesucristo, Él quitó lo temporal de nosotros y les ha dado un valor eterno a aquellos que han aceptado a Jesucristo por la fe. Por eso queremos aprovechar el tiempo, para que Dios pueda hacer algo a través nuestro que tenga un valor eterno. Cada día es un nuevo desafío para nosotros, para hacer obras con Dios, bajo su guía y liderazgo. Visitemos hoy a alguien en el hospital, o cuidemos a los niños de la vecina para que esta madre pueda tener dos horas para ella misma. Démosle testimonio de nuestro hermoso y eterno Señor al hombre que come cada día en el trabajo con nosotros. ¡Dejémonos utilizar por el Señor!
Por Markus Steiger