“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”.
2 Corintios 3:18
¿Nosotros transformados? ¿Cómo podría suceder eso? Leemos en la Santa Biblia acerca de la transfiguración de Jesús sobre el monte. Pero ¿nosotros? Realmente, el Señor también quiere producir este milagro en nuestras vidas. Él quiere que seamos transformados en Su imagen. Nos asombra ver cómo a partir de una oruga puede surgir una mariposa. Así como esa oruga tiene que envolverse completamente en una especie de tejido o capullo, una persona tiene que entregarse completamente a Jesús. La pupa no tiene que hacer nada más que dejar suceder lo que el poder creador de Dios quiere hacer en ella. Si la persona entrega su vida completamente a Jesús, Él producirá el milagro del nuevo nacimiento. Dios quiere transformar la imagen de Adán y Eva, arruinada por el pecado, en una nueva criatura. Por medio de la sangre de Jesucristo y el poder del Espíritu Santo, esta renovación es posible. Quien obedientemente sigue al Señor, vivirá este inexplicable milagro. El milagro de la gracia de Cristo. Debemos reflejar su forma de ser, ser una carta legible de Jesús. ¡Así nos quiere tener Dios! Eso sucede sobre el camino angosto hacia la vida eterna, en el cual su Palabra quiere ser nuestra guía. “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2). Qué hermoso futuro: “Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección” (Romanos 6:5).
Por Burkhard Vetsch