“Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”.
2 Timoteo 3:16
Ningún libro fue tan odiado, ninguna cosa se intentó destruir tan vehementemente como la Biblia, comenzando por los emperadores romanos, pasando por las burlas de los llamados “aclaradores” hasta los gobiernos comunistas. Y a pesar de todo, ha resistido todos los ataques y enemistades. Los emperadores romanos, los burladores y los críticos han desaparecido, pero la Biblia permaneció. Es el libro de libros, vendido millones de veces cada año. Desde generaciones es leída y amada por hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. Ningún otro libro del mundo puede reclamar ser la Palabra de Dios. ¡Pero que la Biblia lo es ha sido comprobado miles de veces! Ningún libro ha logrado transformar a tantas personas como la Biblia. Ha otorgado consuelo al sufrido, ánimo al temeroso y fuerzas al debilitado. Por medio de la Palabra muchos pueblos han sido marcados, y los estados fundaban en ella su sistema legal. Ella sola preparó personas para terminar con la esclavitud en Inglaterra y América, renovar sistemas escolares y llamar a la vida instituciones caritativas y el amor al prójimo. Ningún libro ha inspirado más las canciones de los cantantes y las obras de los poetas, ninguno ha ocupado más científicos y animado a los misioneros a una vida entregada a Dios. Cientos de miles de prédicas fueron hechas y aun así la inspiración para usarla no ha terminado. Uno puede condenarla, pero continúa teniendo la razón. Cuántas veces se ha intentado calificarla de errónea, y al final solo se le pudo dar la razón. Aferrémonos a la Biblia, la Palabra de Dios.
Por Samuel Rindlisbacher