“Porque de buena gana toleráis a los necios, siendo vosotros cuerdos”.
2 Corintios 11:19
La festividad del carnaval, conocida en algunos lugares como “noche de ayuno”, se celebra hoy día en casi todas partes. Carna proviene de la palabra “carne”. Y el nombre del festejo se remonta a la frase carni vale dicere que significa “despedirse de la carne”, porque seguidamente se iniciaba un tiempo de ayuno que duraba hasta la Pascua; a eso se le atribuye el nombre de “noche de ayuno”. Por esta causa se le daba rienda suelta a los deseos de la carne los días preliminares a esta noche de ayuno. Los orígenes del carnaval se remontan a los ritos de fertilidad de los griegos y romanos. Rendían homenaje al dios del vino con grandes procesiones sobre carros en forma de barcos, los cuales exhibían ídolos, estatuas desnudas y mujerzuelas. Alguien del pueblo era elegido como “rey” y era quien dirigía la procesión. Para un cristiano era impensable participar de esto, aunque el no hacerlo podría significarle persecución. Un legionario romano que se había convertido a Cristo, fue ejecutado por los soldados en el año 303 d.C. por haberse negado a participar como “príncipe del carnaval”. Cuando el emperador Constantino declaró al cristianismo como religión oficial, se desterró el carnaval por ser algo pagano. Pero los ritos de carnaval volvieron a instalarse, y la costumbre germana de las máscaras para espantar los demonios se unió al mismo. La iglesia católica finalmente estuvo dispuesta a hacer un pacto. Podría participar todo aquel que estuviera dispuesto a permanecer en ayuno 40 días antes de la pascua. El carnaval vivió de este modo un auge, de forma que se llegó a tener las así llamadas ferias de bufones. En tiempos de la Reforma, sin embargo, desapareció el “rey carnaval” en las regiones donde había iglesias evangélicas. Cuidémonos de tales actividades, porque la Biblia dice que nos alejemos del pecado. (Salmos 1:1)
Por Norbert Lieth