“Jesús le dijo: si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme”.
Mateo 19:21
Cuando uno acepta al Señor Jesús en su corazón, realmente quiere caminar con Él. Pero luego viene la primera desilusión: Los otros creyentes no se comportan como en realidad deberían, y a uno mismo, el terminar con las viejas costumbres, le resulta más difícil de lo que creía. En algún momento uno conoce a otras personas. Los nuevos conocidos tienen buenos fundamentos éticos, son cultos y se interesan por nosotros, pero no por Jesús. Y justamente por esto nos cohibimos en decir cuál es nuestra postura ante la fe. Pero cuanto más postergamos nuestra confesión, tanto más difícil es. Inicialmente, ni nos damos cuenta de que negamos al Señor. Pero al poco tiempo ya se demuestra que nuestra propia fe se opone a las apreciaciones que defienden estos nuevos amigos. Así que, después de tanto tiempo, uno ya no tiene el valor de confesar su fe y resuelve callar. Esto es hipocresía. El Señor nos advierte en su palabra que no nos volvamos tibios (Apocalipsis 3:15-16). Hoy en día no es fácil ser consecuentes con nuestra fe. En determinadas situaciones, promulgar algo como: “Esto es pecado, no puedo participar de ello”, nos aísla, dejándonos como solitarios. Muchas veces uno puede ser catalogado como conservador, o aún peor, como intolerante o discriminante. De todas formas, tengamos el valor de serle fiel a nuestro único y maravilloso Señor; sea lo que sea que piensen otras personas de nosotros, a pesar de las decepciones o las desilusiones que siempre van a llegar. ¡Jesús es fiel y está a nuestro lado en cada situación!
Por Markus Steiger