“Por tanto os digo: no os afanéis por vuestra vida, que habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir”.
Mateo 6:25
“…echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros”.
1 Pedro 5:7
Es interesante lo mucho que podemos llegar a preocuparnos. El dinero, la salud, el trabajo, los padres, los hijos, el auto, tal vez hasta nuestra mascota y muchas otras cosas nos provocan pequeñas o grandes preocupaciones. Estas preocupaciones pueden afectar a nuestro cuerpo y hasta causar úlceras o problemas cardíacos. Esto a su vez genera aún más preocupaciones, y así es como entramos en un círculo vicioso. La palabra preocupación en el texto original significa “atraído hacia diversas direcciones, desviar, ansioso de…” y “preocupación que se transforma en inquietud”. En el significado de esta palabra, ya puede verse dónde está la raíz de este mal. El hombre hoy en día es llevado de un lado al otro por las ansias y por el materialismo, pero también por cosas insignificantes, y de esa forma es casi inevitable que surjan preocupaciones. Así, la vida se llena de inquietud e irritación y es desviada de su meta. ¿Dónde están puestos nuestros ojos? ¿Cuál es la meta que queremos alcanzar? El apóstol Pablo pudo decir: “Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14). Por esto queremos de forma consciente depositar nuestras cargas en el Señor, pues Él cuida de nosotros como nadie lo puede hacer. Así podremos descansar seguros, porque nos llena la paz de Dios, y nuestra mente y corazón están seguros en Cristo Jesús.
Por Stephan Beitze