“¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?”.
Lucas 2:49
Los padres lo buscaban en vano. Recién después de tres días lo encontraron en el templo (en la casa de su Padre). ¡Qué desesperación deben haber vivido… su hijo estaba perdido! Pero el problema en sí no estaba en Jesús. Antes bien, sus padres dedujeron algo totalmente equívoco. Buscaron a Jesús en los lugares en los que por lo general nos suelen encontrar, “…entre los parientes y los conocidos” (v. 44), en la compañía de otros. Difícilmente buscaríamos a una persona en el lugar donde está Dios el Padre. Jesús sabía cuáles eran sus prioridades. Desde el principio reconoció la necesidad de vivir en la presencia de Dios, su Padre: “Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (v. 40). Aquello con lo cual nosotros nos entretenemos nos va marcando. Las costumbres van dibujando huellas en nuestro rostro. ¿En qué consisten estas? ¿Cómo hemos establecido nuestras prioridades? ¿Qué es lo que vamos a hacer hoy? ¿Qué hemos hecho ayer? La vida de Daniel estuvo marcada por un andar en la presencia de Dios. Su actividad principal fue la de orar con regularidad, y esto también cuando corría mayor peligro. Escrito está: “…oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes” (Daniel 6:10). No es de sorprenderse, entonces, que Daniel gozara la bendición de poseer sabiduría e inteligencia divinas: “Había en él un espíritu superior” (Daniel 6:3). ¿Cuáles son nuestras costumbres? ¿Qué tiene prioridad en nuestra vida? La pregunta del versículo de hoy también es para nosotros: ¿“No sabíais” que debemos estar en los negocios de nuestro Padre?
Por Peter Malgo