“¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla”.
Job 23:3
Muchas personas que están en la búsqueda de Dios y del sentido de la vida no toman en cuenta la Biblia. Se presta atención al esoterismo y a la Nueva Era, se cree en el dios de la naturaleza o se medita y practica yoga para encontrar a Dios en el propio “yo”. Algunos hasta llevan a cabo atentados suicidas para agradar a su dios. Otros incurren en la autoflagelación y en las ilegalidades para apaciguar a sus deidades. La gente va a la India o recorre el mundo para encontrar allí a Dios. Se hace cualquier cosa por hallarlo. Y si se cree que al fin se encontró lo correcto, no pasa mucho tiempo y la vieja frustración retorna, pues la persona se da cuenta de que eso en realidad no había sido lo correcto. Sin embargo, en algún lugar de la casa hay una vieja y polvorienta Biblia. ¿Pero leerla? Ni pensar, es cosa de viejos. Se le da crédito a todo, a veces hasta al mayor de los disparates, pero no se le cree a la Biblia. Solo ella nos da información acerca de dónde se encuentra Dios: “Porque en él (Jesús) habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Colosenses 2:9). Toda la plenitud de Dios se revela en Jesús. A Dios solo se lo puede encontrar en Él, en ninguna otra parte, ni en la naturaleza, ni en una persona. En la naturaleza podemos reconocer la creación de Dios, pero solo podremos experimentarlo a través de Jesús, y no por medio de algunas piedras o árboles como nos lo quiere hacer creer el esoterismo. ¿Realmente quiere conocer a Dios? ¿Realmente quiere tener un encuentro con Él? ¡Entonces venga a Jesús, venga a la cruz! ¡Solo allí encontrará al Señor!
Por Thomas Lieth