“No te desampararé, ni te dejaré”.
Hebreos 13:5
¡Una maravillosa promesa! No es muy difícil aceptar esta promesa por fe, cuando no tenemos grandes pruebas. Pero si estamos en una hora oscura –si el Señor así lo permite– o nos encontramos en temor o soledad, entonces podemos probar su eficacia por fe y aferrarnos a esta promesa divina. Jesús también está con nosotros cuando no percibimos en absoluto su presencia. Precisamente ahí queremos y debemos confiar en esta palabra inamovible. El Señor no dice aquí: “No serás desamparado…”, sino que dice: “no te desampararé…”. Jesús no desampara. Es como una garantía extra que promete: “No te desampararé…”. ¡El propio Señor permanece a su lado! Él tampoco dice: “No los desampararé…”, sino: “no te desampararé…”. No se dirige a las masas, le habla al individuo. Jesucristo es tan grande que se preocupa por usted como si usted fuese el único sobre la tierra y no hubiese ocho mil millones de seres humanos más. “No te desampararé…”. En la segunda parte del versículo vemos que el Señor además lo subraya, puesto que dice: “…ni te dejaré”. En otras palabras, reafirma y repite lo anterior como si con esto quisiera decir: “¡No importa lo grande que sea la prueba, yo te di una promesa doble de permanecer a tu lado!”. David también experimentó esto en el valle de sombras: “…no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmos 23:4). Glorifiquemos a partir de hoy aún más a Jesús mediante nuestra fe, confiando en que él está las veinticuatro horas del día a nuestro lado.
Por Conno Malgo