“Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis”.
Juan 13:15
El Evangelio de Juan nos informa en el capítulo cinco los hechos y dichos de Jesús en la última noche antes de su captura. Es casi incomprensible con cuánta compenetración y angustia les habló Jesús en aquella última noche a sus discípulos. Él tenía todo el derecho de preocuparse por sí mismo. Pero su mayor preocupación fue por aquellos que el Padre le había dado. Oró por Pedro, para que su fe no flaqueara. Seguramente también oró por todos los demás. Poco antes todavía discutían sobre quién habría de sentarse a su derecha y a su izquierda. ¿No hubiese sido este motivo suficiente como para considerarlos casos perdidos? No, su preocupación fue hasta el último momento por los suyos y por la cuestión de cómo habrían de seguir las cosas cuando Él ascendiera con el Padre. Por eso no los reprendió, sino que encaminó sus anhelos de procurar los primeros puestos hacia la senda correcta, diciendo: “…sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve” (Lucas 22:26). Jesús fue ejemplo de este ideal de servicio. Toda su atención estaba puesta en sus discípulos. Las últimas palabras y, sobre todo, los últimos hechos de un difunto por lo general permanecen por largo tiempo en los recuerdos de quienes quedan atrás. Y precisamente por eso, en su despedida, el Maestro lava los pies de sus discípulos, cosa que le corresponde hacer a un siervo, para así darles una última lección ilustrativa. Este legado debía permanecer como ideal de servicio ante sus ojos y los nuestros. Pero el saber únicamente no alcanza, también debe haber una puesta en práctica: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:17).
Por Fredi Winkler