“Porque Jehová conoce el camino de los justos; Mas la senda de los malos perecerá”.
Salmos 1:6
¿Cuál es su camino? ¿El de su propio criterio? ¿Va por el mundo a su manera? Entonces no le irá bien, pues se encuentra en un camino engañoso del cual leemos: “Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12). El apremiante consejo de Proverbios 4:14-16 aún tiene vigencia: “No entres por la vereda de los impíos, ni vayas por el camino de los malos. Déjala, no pases por ella; Apártate de ella, pasa. Porque no duermen ellos si no han hecho mal, y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno”. Todos los que desprecian la Palabra de Dios caen. ¡Es mucho mejor aceptar la disciplina que andar en el error!
Dios conoce muy bien la problemática de nuestro corazón, nuestra obstinación y sus consecuencias fatales: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino” (Isaías 53:6). Ese es el camino de la anarquía, de las lágrimas, del desorden, de la desesperación, del caos –espanto sin límites. Pero este dilema tiene un escape.
Dios trajo luz a la oscuridad que nosotros mismos nos ocasionamos. Envió a su único Hijo a nuestro mundo cargado de maldición. Jesús dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12). El camino de la obediencia nos conduce a la vida y nos lleva hacia el corazón de Dios. Decídase a seguirlo y reconozca ante el buen pastor sus obstinados caminos: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).
Por Walter Dürr