“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”.
Juan 13:34
Jesús evitó darnos toda una serie de mandamientos como los había dado Moisés por orden de Dios al pueblo de Israel. Dios nos da en Jesucristo otro camino. A Israel le dio los mandamientos para que fuera un pueblo santo y un reino sacerdotal. Pero el corazón de este pueblo permaneció lejos de Dios y desobedeció sus mandamientos.
En Jesús, Dios primeramente busca el corazón de las personas. ¿De dónde dice el Señor que viene lo malo? ¡Del corazón! Por eso Él quiere tenerlo.
Quiere habitar en nuestro corazón, poner en él sus mandamientos y escribirlos en nuestra mente mediante el Espíritu Santo. Sí, Él mismo, junto con su amor, quiere habitar en nosotros. No solo debemos amarnos los unos a los otros, sino amar de la manera en la que Él nos amó, entregando su vida por nosotros. Esa es la más alta calidad de amor, y de esta misma calidad también debe ser nuestro amor hacia los demás. Este mandamiento del amor incluye toda la ley y los profetas, Jesús mismo lo dijo. Es tan sencillo que para muchos parece demasiado fácil.
Los estados mundiales tienen constituciones interminables, y cuanto peor sea la condición moral del pueblo, tantas más leyes tienen que ser impuestas. Antes que el Imperio romano colapsara, se lo intentó rescatar creando cada vez nuevas leyes. Pero estas no pudieron retener el hundimiento porque el deterioro venía desde adentro.
El edicto de leyes no prueba que un estado funcione, sino que refleja que hay algo que ya no anda bien. ¡Por eso el mayor de los reinos, el que permanece eternamente, solo tiene un mandamiento, que es por encima de todos los demás e incluye y cumple todos los demás: el amor!
Por Fredi Winkler