“No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos”.
2 Reyes 6:16
Estas fueron las palabras que el profeta Eliseo dirigió a su desesperado siervo cuando fueron rodeados por los sirios, quienes querían apresar a Eliseo en la ciudad de Dotán. ¿Qué fue lo que le permitió a Eliseo estar tan calmado y confiado en una situación por demás adversa? Pudo ver más allá de lo que el ojo humano puede ver. ¿Pero por qué tenía esta habilidad? El día en que su precursor Elías fue llevado al cielo de manera tan milagrosa, Eliseo permaneció hasta lo último al lado de su maestro. Esa fidelidad le fue retribuida cuando Elías le dijo: “pide lo que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti”. ¿Qué hubiésemos pedido nosotros en su lugar? ¿Poder, riquezas, conocimientos? Eliseo pidió: “Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí” (2 Reyes 2:9). ¿Cuál fue la razón de esta petición? ¿Sobrepasar a su maestro? Elías se sorprendió y no estaba seguro de si esta petición se cumpliría, pues su respuesta fue incierta: “Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; mas si no, no” (versículo 10). Y sucede lo maravilloso: Eliseo ve cómo Elías es llevado al cielo en un carro de fuego. Su pedido no fue para su propio beneficio, sino que surgió de la preocupación de poder desempeñar fielmente la difícil herencia del cargo de profeta, para así servir mejor a Dios. Por medio de su entrega, hemos recibido una visión de las cosas ocultas del cielo. Nosotros necesitamos precisamente esta disposición al servicio que tenía Eliseo para que nuestros ojos puedan ver las cosas divinas; para que ante todo no vean en primera instancia los grandes obstáculos, sino el poder de Dios, que es mucho mayor.
Por Fredi Winkler