“Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
Eclesiastés 1:2
Vivimos en una sociedad de tiempo libre. Nunca antes la oferta de deporte y entretenimiento había sido tan grande. El tiempo libre es la medida de todas las cosas. Durante las vacaciones se hacen viajes a lugares cada vez más caros y alejados. No hay deporte que sea lo suficientemente loco, lo importante es que suba el nivel de adrenalina, lo crucial es que haya diversión. Cuanto mayor el riesgo, tanto mejor. Y, sin embargo… ¿qué pasa con la gente? Pues pese a tanta diversión, tiempo libre y libertinaje, cada vez hay más gente vacía y desesperanzada. ¿Por qué justamente en nuestra cómoda sociedad cada vez hay más personas que simplemente desechan su vida? “Todo es aburrido”, piensan muchas personas hoy día. La Biblia ha dicho hace muchos cientos de años: “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Una vida sin Jesús realmente es en vano, sin consistencia y totalmente inútil. Sin Jesucristo nada tiene un sentido verdadero. ¿Por qué una estrella mundial como Elvis Presley, pese a toda la fama y el éxito, murió por sobredosis de droga? ¿Por qué hombres como Jack London y Ernest Hemingway escribieron libros que glorifican la vanidad, y por qué hasta estaban dispuestos a continuar con estos pensamientos hasta el amargo final? Porque sin Jesucristo sus vidas no tenían un contenido verdadero, no tenían perspectivas. Una vida se vuelve significativa, eterna y digna de ser vivida recién con la presencia de Jesús en ella. Cuántos miles de hombres, mujeres y jóvenes pueden dar testimonio de esto: vale la pena vivir una vida con Jesús, no solo hoy, sino también mañana y por toda la eternidad.
Por Samuel Rindlisbacher