“Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día”.
Mateo 16:21
No hubo para Dios otro camino para la redención de la humanidad y el perdón de los pecados que la muerte expiatoria de Jesús en la cruz. Así como el pecado, partiendo de Adán, se transmitió y todos los hombres se hicieron pecadores, así también en el postrer Adán, Jesús, todos los que aceptaron para sí el ofrecimiento del perdón fueron justificados. La crucifixión era el peor tipo de ejecución que existía. Ningún romano podía ser crucificado, a excepción de aquellos de niveles inferiores, como esclavos y los peores delincuentes. Se dice que el solo pensamiento o mención de este tipo de ejecución horrorizaba a las personas. Dice en un comentario: “Los habitantes de Cartagena, una colonia portuaria fenicia, habían traído la pena por crucifixión de su patria en el Cercano Oriente. Era uno de los métodos más horribles de ejecución que jamás haya existido. Pese a que los romanos emplearon mucho este tipo de ejecución, de manera que ya deberían estar acostumbrados a ella, la cruz aún seguía teniendo para ellos fama de extranjera e indecente. El conocido hombre de Estado Cicerón expresó de la siguiente manera la repugnancia que al ciudadano romano común le causaba la crucifixión: “El verdugo y la sola palabra ‘cruz’ estén lejos no solo del cuerpo de los ciudadanos romanos, sino también de sus pensamientos, sus ojos, sus oídos”. Jesús aceptó ir por este camino para prepararle a usted el camino al cielo. ¿Y usted ya aceptó su ofrecimiento?
Por Norbert Lieth