“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Romanos 12:2
Pablo quiere decir con esto que nuestra manera de pensar natural es errónea. Visto con nuestros ojos, o con los ojos de otros, muchas cosas parecieran ser buenas. Hasta podría concordar con la opinión general. Sin embargo, lo que a nuestros ojos humanos pareciera ser bueno, podría ser completamente erróneo a los ojos de Dios. La Palabra de Dios nos dice con toda claridad que los pensamientos de Dios y los del hombre son contrarios. “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9). Por la Biblia sabemos que un hombre puede convertirse en una nueva criatura al nacer de nuevo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Al mismo tiempo, el apóstol Pablo, sin embargo, nos dice a nosotros los cristianos, quienes ya somos criaturas nuevas: “Cambien su ser a través de la renovación de sus pensamientos”. ¿No es paradójico? ¡No! Esto significa que nuestro estilo de vida y nuestra manera de pensar no son cambiados automáticamente a través del nuevo nacimiento. Sucede paulatinamente. Podemos aprender a pensar de esta manera si le permitimos a Jesucristo trabajar en nosotros, es decir, a través de su Santo Espíritu y su Palabra, la Biblia. Solo así, solo por este camino, habrá transformación, que obligatoriamente marcará también nuestro proceder.
Por Samuel Rindlisbacher