“Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz”.
Mateo 27:32
El versículo de hoy nos muestra dónde debería estar la cruz, en “un hombre de Cirene”. ¿Dios nos quiere mostrar con esto que la cruz le pertenecía a la humanidad? Su propósito fue el de poner a disposición de toda la humanidad la salvación y el perdón que Jesús obtuvo. “…un hombre de Cirene que se llamaba Simón”, al Señor le interesa cada uno individualmente. Así como su propio nombre, cada uno debe considerar personalmente para sí la salvación en Cristo. En Marcos 15:21 leemos: “Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo”. La cruz pertenece a la familia. ¿Cuántos son los matrimonios destruidos, y cuántos los hijos abandonados? ¡En cuántas familias entraría la paz y la felicidad si Jesús ingresara a ellas! En Lucas 23:26 dice: “…Simón de Cirene, que venía del campo…”. La caída en pecado arrastró a toda la tierra consigo (Génesis 3:14, 17-19). El primer asesinato también ocurrió en un campo (Génesis 4:8). Todos somos hijos de esta tierra y, con ello, del pecado. Pero a través de la cruz nos transformamos en hijos de Dios, y un día seremos llevados de los campos de esta tierra a Su reino eterno. En Mateo 27:32 está escrito: “…a éste obligaron a que llevase la cruz”. En cierto modo, la cruz es obligatoria, pues sin la salvación a través de Jesús estamos y estaremos perdidos (Hechos 16:30-32). Y en Marcos 15:21 además dice: “Y obligaron a uno que pasaba…”. Todos nosotros somos “pasajeros”, personas efímeras. Vivimos nuestra vida, vamos por nuestro camino. Pero repentinamente Dios nos confronta con la cruz del Gólgota. Entonces todo dependerá de si nos detenemos y la aceptamos por fe.
Por Norbert Lieth