“Volvieron, pero no al Altísimo…”.
Oseas 7:16
Tras esta seria declaración se encuentra el autoengaño de mucha gente. Por un tiempo estuvieron en la congregación de los creyentes y aparentaban seguir al Señor Jesús. No se notaba la diferencia entre ellos y los verdaderos cristianos. Pero cierto día dejaron de asistir a las reuniones y volvieron al mundo. Así sucedió también con Demas. Este hasta había sido un colaborador del apóstol Pablo. El apóstol escribe textualmente: “…porque Demas me ha desamparado, amando este mundo” (2 Timoteo 4:10). ¿Qué lo motivó? Probablemente el autoengaño. ¡Guardémonos de él! Una persona puede llegar a temblar ante la Palabra de Dios y estar convencida de su pecado, como en aquel entonces el gobernador Félix en Cesarea o el rey Agripa, y, sin embargo, no convertirse. Otro ejemplo negativo es Herodes. Tenía mucho temor de Juan el bautista, ya que sabía que era un hombre piadoso y santo, no obstante eso, lo encarceló. Mientras Juan estuvo en la cárcel, Herodes escuchaba gustoso sus sermones y le obedecía en muchas cosas. Pero, como tenía un corazón dividido, un día prefirió a la hija de su mujer y entregó a Juan en manos del verdugo. Algunas personas sostienen que si tienen un contacto cercano con hombres de Dios, estaría todo arreglado. ¡No nos engañemos! Giezi fue criado del imponente profeta Eliseo. Eso, sin embargo, no le impidió, dada la oportunidad, mentir por amor al dinero. También se podría mencionar al joven rico de Mateo 19. Pese a toda su piedad, su fortuna, en un momento decisivo, le pesó más que el seguir a Cristo. Solo resta hacer una pregunta: ¿usted se ha vuelto de todo corazón al Altísimo?
Por Walter Dürr